domingo, 22 de marzo de 2015

Libro dentro de un libro

Páginas maltratadas, hojas especiales, máquina de escribir lista y preparada, tal como un pescador prepara su lancha.

-Leanna, sí, Leanna era su nombre. – Dijo Robb al mismo tiempo que éste se exaltaba más. -Pondremos el pueblo de taladores por aquí, a lado de las montañas, donde la hermosa vista no deja ocultar la magnitud de la misma.

Robb se ponía en pie pensando de una manera extraña el impacto que tendría su nueva novela. Sentía que revivía cada etapa de nuevo, ¿acaso era un sueño?, ¿o era la tangible realidad?

-Correcto, ahora solo falta los detalles y con eso ya podremos empezar nuestra historia, mí historia. Tenemos un protagonista, que seré yo en este caso, tenemos al antagonista, tenemos los personajes secundarios y tenemos el punto clave de todo, el misterio…

Robb se quedó en silencio, organizando sus ideas de nuevo.

-¿Acaso eh errado? ¡Demonios!, tendremos que empezar de nuevo, desde cero todo – Dijo agitadamente y con un coraje inigualable – Si tan solo mi esposa ya estuviera en casa, que ayuda me podría dar, ¡señor! – Así dijo suplicándole a Dios entre comillas – Ah, espera no, tú me quitaste todo, dinero, fama, sed de nuevas cosas, tú, en quien tanto creí, me quitaste todo y me dejaste sin nada, ahora tendré que hacer una novela, y como los malditos críticos esperan y sea una gran y exhaustiva obra de arte, mis ideas se han esfumado, al igual que estas ganas de escribir, ya no queda más en mis auras. –Dijo Robb sollozando.

¿Acaso se rendiría, por todo lo que ha pasado para estar en tal punto de clímax?
Robb era un muy reconocido novelista, pues todas sus novelas habían cambiado la opinión de los críticos, aunque su última novela, un fracaso le queda muy corto de nombre. Fue un fiasco a la vista de los críticos, al parecer, hablar sobre lo que uno quiere y de la manera que uno quiere, no parece gustarle a todo mundo.

-Bueno, bueno, no está tan mal, ¿cierto Océano? –Dijo así refiriéndose a su libro. –Digo, podemos cambiar tan sólo el lugar y con eso el misterio quedaría más que perfecto en su lugar. ¡Ya sé! Montañas y un lago, sé que es una idea un tanto cliché pero con eso bastará. ¿Tú qué dices Oceanito? –Ahora lo dijo como un apodo de un ser querido.

Pasó un aire, éste fue canalizado por su ventana, y así logro mover todo su libreto, dándole así una respuesta satisfactoria a Robb.

-Gracias Océano, sabía que te gustaría, ahora bien; todo está preparado, tenemos el escenario, los puntos de clímax, los personajes y, el misterio Océano, no nos olvidemos del misterio.

Océano era tan solo un libreto que siempre pasó por casi toda la familia de Robb, la familia Stroholme, y digo casi, porque su madre murió cuando pasaba cerca de una construcción, y esto a la vista de Robb le fue algo más que clave para las ideas que siempre plasmaría en sus nuevas novelas, es decir; las fuerzas sobrenaturales, aunque estas llegaron a afectar de una manera incondicional su vida, y la de su pareja.

En fin, su “Oceanito” pasó por las manos escritoras de su padre, las manos directoras de su hermano, las muy creativas manos de su poética hermana y ahora pasaba por las suyas, no podía ser una coincidencia, y; como no podía ser coincidencia, tenía que salir de ese apuro y terminar su novela a tiempo temprano.

-Empecemos a narrar entonces. –Dijo de una manera liberada y con una iniciativa más grande que la Torre Eiffel.

Y así pasó el tiempo, 14 meses para ser exactos.

-¡Por fin! Eh acabado la novela, 4600 olas para ser específicos –Dijo así refiriéndose a las olas del océano, o como una persona las vería; las hojas de su nuevo libro. -¡Rayos!, sí que será un satisfactorio éxito, los críticos lo amarán. -Decía así mientras se alistaba para salir de su cuarto, no de la cabaña que había rentado.

Al salir se encontró con un lugar totalmente distinto al que había visto, puesto que no había más que salido al baño durante los 14 meses que se encontraba escribiendo. Pero al parecer no le valió más que un simple aire pasando por su muy enredada cabellera. Avanzó por el estrecho y tenue pasillo, pasando por la puerta de su baño y otra puerta, una que jamás había visto, pero al salir de su casa, más bien; de la cabaña que había rentado por 2 años, se encontró frente a un desafío, frente a algo que no recordaba, frente a algo que, después de 4 minutos, se dio cuenta de qué era. Robb ahora se encontraba atrapado en su novela.

-¿Qué?, ¿e-en dónde esto-oy? –Dijo balbuceando y titubeando como un perro en invierno pidiendo por comida. -¿Será acaso?, ¿estaré en mi propia novela? –Se preguntó lo mismo por casi 15 minutos de rondar cerca de su cabaña. –No, no puede ser, debe de ser un sueño, aunque el sueño es lo que ya no poseo, será una pesadilla entonces, oh no, yo no tengo pesadillas después de lo ocurrido con mi madre. ¿Qué será entonces?

Robb se encontraba afrontando algo que, aunque para muchos pueda ser un sueño,  para su escrito, quien fuera el protagonista, era un infierno.

-¿Ahora qué?, está bien, recordemos mi novela, el protagonista fue al restaurante con su esposa después de un día asolado en la mañana, y se encontró con su primer misterio, pero, ¡no, no puede ser!, no me puedo dar el lujo de recordar toda mi novela, ir descubriendo todo y terminar en la misma pregunta, ¿ahora qué? –Dijo Robb pensando en su agonía.

–Tendré que recordar e ir a la raíz, al problema de todo, al nudo, al mismo clímax de mi historia, pero, ¿cuál es?, espera, espera, si perdí a mi madre por un acto sobrenatural –Dijo así Robb siendo el terco de siempre. –Y después de 16 años me encuentro escribiendo otra novela de la misma temática, ¿qué pudo ser el nudo, el clímax?, ¿qué pasó en mi vida anteriormente que plasmé en esta novela?, ¡Ya sé!, mi esposa…


Robb recorrió la avenida más rápido que una luz de un faro en el océano, abrió su cabaña, subió tan rápido las escaleras que en el proceso se resbaló, hasta que por fin llegó a la puerta que no había recordado porqué estaba ahí, pero ahora lo recordaba, es donde estaría su esposa en su novela. 

Entró desesperadamente y se encontró frente a su misterio, del que tanto hablaba, su misterio era; la pérdida de cordura, la punta del iceberg de la locura, el clímax de la desesperación máxima, la misma razón por la que él se encerró en su escrito, esa era, la muerte de su esposa.

-Edgar Aranda

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